En las siguientes páginas intentaré trazar, por lo tanto, algunas de las características que definen la figura del emprendedor, al tiempo que trataré de explorar su función como arquetipo ideal de trabajo en el ámbito de la producción cultural. Su origen se encuentra efectivamente a mediados de la década de 1990 con la aparición de las denominadas industrias creativas, un sector económico integrado por las industrias culturales tradicionales y una serie de prácticas creativas adyacentes que hasta el momento no habían sido considerados sectores estrictamente productivos. Artistas, diseñadores, artesanos o actores empezaron a ser concebidos como elementos esenciales dentro de esta economía creativa que, añadidos los trabajadores de las discográficas, las editoriales, los medios de comunicación o las empresas de software, acabarían por configurar un nuevo sector económico llamado a reemplazar a los viejos sectores industriales de las ciudades (pese a que como comprobaremos esta sustitución nunca ha sido total). La figura del emprendedor o emprendedora no es ni ideológica ni políticamente neutra. Bajo este término se amalgaman toda una serie de asunciones y figuras diferentes.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Rowan, J. (2010). Emprendizajes en cultura. Discursos, instituciones y contradicciones de la empresarialidad cultural. Madrid: Traficantes de Sueños.