Sus padres abren la puerta como si fueran los dueños de la casa. Ella se acuerda de una carta, de un aviso de desalojo. Quisiera preguntarle a su ex pero no contesta el teléfono. La mamá apoya su cartera y su chal sobre el sillón. Hace frío, abrígate. El padre critica el desorden y pregunta qué hay de cenar. Ni lo pensó porque va a ir al ginecólogo, porque la llamaron para recordarle el turno. ¿Ginecólogo?, pregunta la madre, después la mira y dice que está bien, que es bueno que salga un poco. Ella tantea con su mano dentro de la cartera para comprobar que no se olvida nada: llaves, billetera, petaca. Se acerca a sus hijos, les besa las cabezas. Uno de ellos levanta la mano y saluda; ninguno de los dos la mira. En la puerta su mamá le pone de prepo su chal, Abrígate, vuelve a decirle. El olor del perfume la repugna, pero la vieja sentencia Te vas a resfriar, ella no puede refutarla, menos que menos cuando el padre le hace chito la boca. ¿Chito la boca?, ¿no está grande ya para ese gesto?, ¿cuántos años tiene?, ¿está casada, desalojada, sobria? Son ellos los que están confundidos porque como ahora comparte el cuarto con sus hijos se creen los padres de todos. Ya les va a explicar.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Moraña, M. (2015). Indómitas. Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación