Adriana Bañares aprovecha este guiño entre arte y ciencia para atrofiar, como muchas otras veces ha hecho en su poesía, dos conceptos en apariencia discordantes que en este libro se entrecruzan magistralmente: Estática y Estética; ambas en crisis. Bajo el discurrir del poema el cuerpo de la autora, suponemos, es afectado por infinidad de causas que comprometerán su invariabilidad a base de deseo, carnalidad, amor, o la conciencia de su mísera infelicidad, obligándolo a sufrir un desplazamiento a su pesar, aunque solo sea posible hacerlo con una parte del mismo. Es este «desplazamiento real» sufrido por el cuerpo —concepto fundamental en Mecánica— lo que trasformará radicalmente nuestra percepción del mundo y la comprensión de nuestra naturaleza como seres humanos, expuestos como estamos continuamente al contacto con los otros, y al resto de fuerzas junto a las transformaciones intrínsecas que esos encuentros producen en nuestra mente. (Extracto del prólogo escrito por Julio Hontana Moreno).