Suspiró como quien reniega de su imprevisto pesar. En un arrebato de manía, arrojó la pluma con expresa pulcritud, para luego apoyar, pensativo y refunfuñante, el codo, sobre la mesa y su mano en la frente. Se refregó el rostro de una manera pronunciada, pretendiendo de esa forma quitarse la discordia de encima, pero de nada le sirvió pues las ideas no proliferaban. Ante la necesidad de un descanso, fue entonces oportuna la interrupción del canónigo, que desde hacía unos minutos, buscaba un libro entre los estantes del fondo.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Ortega, M. (2007). Wuila Ckollo. Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura, (56), pp. 54-57