Habían pasado como siete años y a esa altura ya me estaba por volver loco. Tenía que irme. Cuanto antes. Tenía que subirme a un ómnibus e ir a buscar los treinta mil que estaban en el nicho, bien guardados, y esperando. No recordaba si eran pesos o dólares porque en esa época daba igual. Pero ahora rogaba que fueran verdes. Con la crisis, podía cambiarlos al triple del valor. Bien vendidos, quizás más. Un vagón de plata. Tenía que ir. Sólo pensaba en subirme a un ómnibus para buscar los treinta mil que habíamos enterrado en ese cementerio de Goya. Aunque mi hermano siguiera asustado y cada vez que hablábamos del tema se pusiera a temblar.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Voloj, D. (2015). Zonas oscuras. Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación