En una literatura en la que ha desaparecido el valor y los fantasmas perdieron consistencia, el lenguaje es un ready made de clichés. Algunas novelas actuales, sin embargo, han merecido el epíteto de \"verdaderas\" (Jarkowski 2008) o \"auténticas\" (Lemus 2004). La magia ha regresado, y los narradores, aunque sus relatos sean inconclusos, indiferentes e incluso frívolos, interpelan al lector como los grandes realistas (Lukács 1971) porque el efecto de los textos es indicial. Señalan -con brutalidad o con delicia- el desfasaje entre lo que se dice y lo que se hace o lo que se deja de hacer. Nombran así, con palabras comunes y sin ninguna distancia, deseos singulares: los suyos y los nuestros (Aira 1988: 59).
Rodríguez, L. (2009). El efecto Duchamp. Orbis Tertius, 14 (15), pp. 1-8.