Cuando hacemos mención del famoso axioma agustiniano “el hombre es [un ser] capaz de Dios”, lo hacemos refiriéndonos, en primer lugar – y como idea que surge de su mismo status carencial –, a esa sed de infinito que en todo ser humano parece existir constitutivamente, más allá de cualquier tipo de concepción religiosa u opinión filosófica. Y esta experiencia es tan universal, además de trascendente, que un filósofo bastante actual – como lo es Ernst Cassirer – se atreve a afirmar que para todo hombre “la idea de lo infinito resulta ser el único instrumento por el cual supera la duda universal”, llegando incluso a decir que “sólo valiéndonos de este concepto podemos demostrar la realidad de Dios”.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Sosa, A. (2013). El hombre llamado a la eternidad. Madrid: Chiado Editorial.