El origen de este texto tiene que ver con la profunda insatisfacción existente en América Latina con las explicaciones más difundidas, principalmente de origen norteamericano, sobre la democracia en la región. En lo personal, sin embargo, la reflexión sobre el tema viene de años atrás y tiene que ver con mi larga relación académica con los Estados Unidos. He sido testigo desde mi época de estudiante de doctorado de la aguda incomunicación que hay cuando de debatir sobre la democracia en América Latina se trata. Es muy difícil para buena parte de los académicos del Norte no ver nuestra región con otro prisma que no sea el de su propia experiencia sin contar además con la historia y las tradiciones intelectuales de otros lugares. Pero esto que es un problema antiguo cuando buena parte de la Ciencia Política estadounidense ve el mundo, se agrava cuando las elaboraciones de la academia tienen un recurrente uso político que sirve para considerar como buenas las democracias de otros solo si reflejan a la propia. El propósito de estas líneas es, por ello, contribuir al debate sobre la construcción democrática en América Latina a la luz de la teoría política contemporánea y también a mejorar, si se pudiera, la comunicación con quienes piensan sobre nuestras democracias desde otras latitudes.