La afirmación de los primeros pensadores griegos según la cual el mundo material que conocemos es el resultado de la combinación de cuatro elementos básicos —fuego, aire, agua y tierra— ha sido una de las ideas que mayor fortuna han alcanzado en el pensamiento occidental: Aceptada por Platón, consolidada en el pensamiento de Aristóteles y heredada por los poetas y filósofos romanos primero, y por el Cristianismo después (San Isidoro, Santo Tomás, Ramon Llull, etc.), tal doctrina sirvió para explicar la composición de la materia inerte y los organismos vivos, y también para sentar las bases de una medicina y una psicología precientíficas. Sin embargo, al iniciarse, con el final de la Edad Media, y especialmente desde el siglo XVIII, la época de los grandes descubrimientos, la física y la química modernas vinieron a demostrar la falsedad de dicha teoría, a pesar de lo cual, sobre todo desde el Renacimiento, como demostró Gaston Bachelard en sus estudios, los cuatro elementos han formado el sustrato material sobre el que los escritores levantan su universo imaginario, organizado en torno a las imágenes que suministran el aire, el agua, el fuego o la tierra. El presente artículo trata de señalar la presencia de los cuatro elementos en las letras españolas desde la Edad Media hasta nuestros días, tanto en su vertiente precientífica como en su utilización en imágenes poéticas, y proporcionar datos para el desarrollo de estudios posteriores en torno al tema, escasos entre nosotros hasta la fecha.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Salaza J. (2002). Entre la ciencia y el sueño: Notas sobre la fortuna de los cuatro elementos en las letras españolas. Revista de Literatura, 64 (128), pp. 319-364.