En sus revolucionarias lecciones dictadas en el verano de 1923 en Friburgo, preludio de Sein und Zeit, Heidegger considera que la tarea básica de la reflexión filosófica equivale a una hermenéutica de la facticidad (Heidegger, 1988). Con ello no está proponiendo un método, la hermenéutica, que deba aplicarse a un objeto, la existencia fáctica, sino más bien sosteniendo la tesis de que el hombre es de suyo comprensión e interpretación, y que de hecho se encuentra existiendo en un mundo ya interpretado. En su situación, el ser-ahí, el Dasein -como Heidegger denomina al hombre debe asumir su poder-ser, debe llegar a ser él mismo. Pero, también de hecho, el ser-ahí se encuentra siempre ya inserto en un sistema de creencias, conocimientos y valoraciones que no son propiamente las suyas, sino las ajenas, las de todo el mundo: de hecho se encuentra ya interpretado por otro, alienado, en el ámbito del impersonal y omnipresente "uno" (das Man), que es el quien de la existencia cotidiana. En tal sentido, pues, la tarea de llegar a ser sí mismo, de entrar en si, de ensimismarse, equivale a recuperarse de la impropiedad del uno. Esta recuperación de la propiedad no significa la aprehensión de mí mismo como un carácter permanente, como una substancia, sino más bien la comprensión de que, existiendo, debo ser fiel al proyecto que elegí.
Presas, M. (2002). Arte y ensimismamiento. Revista de filosofía y teoría política, nro. 34, pp. 11-22.