Ocurre con el término ensayo lo que con muchos vocablos de nuestro romance, y es que, documentado ya en los primeros textos literarios (Poema del Cid, Gonzalo de Berceo) con un sentido cada vez más concreto, hinca sus raíces en un término latino de, por amplia, vaga significación. El antecedente remoto de ensayo es el verbo latino agere ‘hacer’, ‘llevar’. Su origen más próximo está en el término exagium, latín tardío, con la acepción de ‘peso’, del mismo origen que los clásicos exigere ‘pesar’. Esta acepción se mantiene aún hoy en el derivado español ensayar, con el sentido de ‘probar’ en general, y, por especialización de uso, de ‘probar la calidad de los minerales o la ley de los metales preciosos’. Sin embargo, es lícito suponer que ya en plena época latina exagium tuviera, además, el significado de ‘comprobación’ (como lo probaría el griego exagion), de donde era fácil el paso a ‘prueba’ e ‘intento’. Agregaremos, además, que en el Poema del Cid encontramos el término ensayar con el sentido de ‘emprender’, ‘acometer’.
Moll Sureda, M. (2000). El ensayo como estructura lingüística y construcción de sentido. Onomázein, nro. 5, pp. 289-294.