La cuestión de quienes son los sujetos históricos y cuáles son sus modos de existencia ha sido central en la ciencia histórica, y sin duda todavía plantea numerosos problemas. Tradicionalmente ciencia histórica respondió, sencillamente, que eran los hombres: Julio César, Carlomagno, Luis Xl o Robespierre; de ellos se predicaba cuando se escribía Ia historia, y la explicación de sus acciones podía referirse a algunas nociones básicas de tipo psicológico: ambición de poder, crueldad, abnegación (si eran héroes patrios). En el siglo XIX se dio forma a un segundo gran sujeto: el pueblo o Ia nación, en torno del cual se constituyó Ia historiografía romántica: un conjunto social homogéneo e indiferenciado, siempre igual a sí mismo, de existencia tan enraizada en la tradición y tan poco marcado por el devenir que casi salía de la historia. Posteriormente, y hace no mucho, la historia se nutrió del contacto con ciencias sociales más jóvenes que, sin la carga del viejo oficio, pudieron elaborar más libremente sus categorías conceptuales. Así, los historiadores empezaron a pensar sus problemas en términos de sujetos colectivos: las clases en primer lugar, pero también los estamentos o aún grupos de índole más diversa. La antropología enseñó a pensar en términos de etnias o comunidades, y la ciencia política ayudó a entender que el propio Estado tiene una Iógica y una autonomía tal que puede convertirse en sujeto histórico.
Romero, L. (1991). Los sectores populares urbanos como sujeto histórico. Boletín de Historia Social Europea, nro. 3, pp. 1-22.