"="">La relación de la
filosofía con su propio pasado es indudablemente problemática; el
entrecruzamiento entre puntos de bifurcación y continuidad delimitan el espacio
de la interpretación. Así, por un lado, Leibniz es considerado un cofundador de
la dinámica clásica, a la vez que es reconocido un antecedente fundamental de
las corrientes vitalistas del siglo XVIII, y en consecuencia, de la constitución
de la biología. La reformulación de las leyes del choque a partir del teorema
de las fuerzas vivas ofrece la posibilidad de hallar principios más allá de una
materia puramente pasiva como fuente de los intercambios mecánicos que
manifiestan los fenómenos. Sin embargo, se ha sostenido también que el contexto
metafísico en que tiene lugar la distinción entre cuerpo animado y cuerpo
inanimado no podía ofrecer un modelo de explicación empírica para los fenómenos
vitales. Si esta caracterización es correcta, la misma no se ha de aplicar a
los escritos científicos anteriores al desarrollo de la dinámica, ya que la
nueva teoría física desplaza los ámbitos de explicación por razones a priori y empíricas.
Mi propósito en esta ocasión será explorar esa posibilidad.
"="">
* Párrafo del texto
extraído como resumen."="">
"="">Vargas, E. (2002). Mecanicismo y vitalismo en el joven Leibniz.
Revista de Filosofía y
Teoría Política, (34), pp. 351-355.