Preocupación muy extendida es la de que solo deben escribir sus memorias los hombres ilustres, aquéllos que por haber descollado en la política, en la guerra, en las ciencias o en las artes, reservada su hornacina en las venerables galerías de la Historia; mientras que los demás, los del montón anónimo, debemos contentarnos con aplaudirles desde abajo, sepultando en el olvido nuestros humildes recuerdos y experiencias. Lejos de participar de tal prejuicio, tengo para mí que quienes han sido, no actores, sino meros espectadores de los acontecimientos pueden juzgarlos, ya que no con la amplitud y elevación de los que en ellos figuraron, sí con más imparcialidad y menos reticencias, máxime si quien escribe es uno que, como yo, jamás se ha ingerido en la política ni ha padecido por su causa. Se me perdonará que sea algo prolijo al tratar de mi infancia y de mi adolescencia; pero si mi relación pareciera enfadosa a muchos, estoy seguro de que será leída con agrado por quienes fueron mis condiscípulos en las escuelas y en el colegio, en cuya memoria están vivas aún las emociones y diabluras de aquellos felices tiempos. A ellos, y no al público, dedico este libro.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Gagini, C. (2012). Al través de mi vida. San José: Imprenta Nacional.