La comedia de caracteres nace en manos de Ruiz de Alarcón porque consigue que, a partir de sus primeras comedias, las de enredo, los protagonistas aprendan a regir sus propias acciones al margen de tipificación alguna. Motivo por el que la crítica, sin entrar en más análisis, haya calificado su teatro como \'moral\'. Sin embargo, nos encontramos ante un dramaturgo que escenifica espejismos; desenmascara a tiranos disfrazados de monarcas ecuánimes; frustra la trayectoria de privados egoístas y sedientos de poder o enfermos por sus pasiones; mientras que, al mismo tiempo, la omisión de la providencia se convierte, también, en otra clase de protesta. Toda la corte sobre las tablas para, con ironía, ridiculizar y castigar sus vicios y delirios. Cuando por fin descubrió los de la política del conde-duque de Olivares, decidió abandonar el teatro. De este modo se nos descubre a otro Juan Ruiz de Alarcón nunca sospechado: el dramaturgo que creyó en el programa de la reformación que el privado de Felipe IV quiso imponer a una «patria doliente», como el propio dramaturgo denominó a aquella España de la primera mitad del siglo XVII.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Josa, L. (2002). Hacia el pensamiento de Juan Ruiz de Alarcón. Revista de Literatura, 64 (128), pp. 413-435.