La relajación de costumbres en los conventos limeños del siglo XVIII fue un tema que preocupó hondamente a los rectores de dicha diócesis, y por ello se conocieron sucesivos proyectos de reforma a lo largo de la centuria ilustrada. Ninguno de ellos poseyó la envergadura y sistemática del auto redactado por el arzobispo Parada en 1775. Sin embargo, la muerte de Parada hizo que fuese su sucesor, González de la Reguera, el encargado de ejecutar estos artículos. Esta decisión le granjeó la animadversión de las prioras, ya que el auto limitaba el autogobierno económico de los cenobios. Tras la determinación del prelado los conventos más importantes de Lima estallaron en rebelión, encontrando las religiosas en esta causa el auxilio de los grupos sociales más poderosos de Lima, ya que muchas de estas familias habían visto en la profesión como religiosas un conveniente acomodo para algunos de sus miembros femeninos, y por ello las preladas no temieron elevar su causa ante la Audiencia. El arzobispo González de la Reguera se vio abocado así a solicitar el amparo del monarca para la puesta en práctica del auto, aprobándolo el Consejo de Indias con algunas pequeñas modificaciones. Pese a todo, los efectos de esta sanción real no fueron tan contundentes como cabría pensar.
Laserna, A. (1995). El último intento de reforma de los monasterios femeninos en el Perú colonial: el auto del arzobispo Parada de 1775. Anuario de Estudios Americanos, 52 (2), pp. 263-287.