La fuga, como categoría política, ha sido vista siempre con desconfianza. Cercada entre el oportunismo, el miedo y la cobardía aparece peligrosamente cercana a la traición, renegada tanto por la narrativa patriótica como por la socialista. Al fugitivo, «despreocupado por el mañana», como los piratas de la Isla del Tesoro de Stevenson, le repugna el sacrificio y la abnegación, la voluntad de medirse con la aspereza del presente para construir un futuro colectivo, del mismo modo le es extraño el consecuente sentido del deber y de la responsabilidad.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Mezzadra, S. (2005). Derecho de fuga. Migraciones, ciudadania y globalización. Madrid: Traficantes de Sueños