El escritor está sentado frente a la máquina, pero no escribe. Necesita una idea; la ha buscado en su cabeza durante todo el día y también en las cuatro paredes de la habitación donde se encuentra, pero no logra dar con ella. Mientras tanto, el protagonista de su historia, un tal Astier, aguarda entre las líneas de lo que ya fue escrito, la resolución a esa decisión que él tomará pronto.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Santander, A. (2007). Y entonces el fuego. Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura, (56), pp. 58-61