El mediodía parecía caer sobre sus mundos redondos. Sabía que debía terminar antes del mediodía. Paso. Teclas. Silencio. Paso. Teclas. Ahora. Ella sabía que era cerca de mediodía. O, al menos, esperaba saberlo. Tecleó y se hundió en el mundo redondo de la Olivetti. Volvió una y otra vez, casi compulsivamente, sobre los mundos redondos. Pensó que quizás otra Sara, antes, habría pulsado inefablemente mundos redondos. Habría cavado surcos para sembrar la palabra. Mundos verdes. Mundos amables, diversos, aparentes. Como Walter, en su mundo verde, había cavado surcos para sembrar. Su cuerpo sudoroso había cavado en el mundo verde. O aún estaría cavando. Pero Sara ahora surcaba sus huellas en el restaurante. Pronto estaría de regreso.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Chacón, J. (2012). Teclas sobre blanco. El toldo de Astier, 3 (4), pp. 63-64