Estas páginas surgen del desasosiego y la inquietud. Vivimos una crisis sistémica que implica la degradación generalizada de las condiciones de vida y la multiplicación de las desigualdades sociales. Se reinventa y/o refuerza el control heteropatriarcal y capitalista sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Frente a todo ello proliferan gritos de protesta. ¿Qué significan y a dónde nos conducen? A raíz de las movilizaciones en defensa de lo público a comienzos de 2013, nos preguntábamos: «¿Creíamos que teníamos todo controlado y queremos volver a tenerlo? No queremos vivir en carne propia esos problemas que eran de lxs pobres, lxs migrantes, lxs otrxs. La pesadilla de la clase media se conjura diciendo: virgencita, virgencita, que me quede como estoy…, o como estaba» (Haizea M. Álvarez, Sara L.F. y Amaia Orozco, 2013). El desánimo generalizado puede encorsetar nuestros sueños en una mera defensa de lo que teníamos en el momento del estallido financiero, rodeando de una aureola de paraíso perdido ese pasado reciente y negando lo que de profundamente injusto e insostenible había ya. Quizá la cuestión sea escapar de esa disyuntiva entre la invocación de lo que hubo y lo peor posible. Ni normalizar un nuevo mal vivir generalizado y basado en opresiones renovadas ni defender unos pasados bienestares ficticios y desiguales; bien al contrario, dar un salto e imaginar otros mundos posibles.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Pérez, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid: Traficantes de Sueños