El resto de los chicos ya estaba sentado en el borde de la pileta, como una fila de muñequitos, observando con atención al profesor, que tenía más de medio cuerpo fuera del agua. El profesor les hablaba con énfasis, con la voz engolada y, al mismo tiempo, con el tono melifluo que los profesores de educación física utilizan para instruir a los menores en algún tema cualquiera, dándole a todo una importancia inverosímil. La voz resonaba en la cúpula de la pileta y el ambiente caldeado, el fuerte olor a cloro y a otros productos químicos magnificaban el efecto sonoro. Los chicos hacían un gran esfuerzo por descifrar las palabras.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Suñer, S. (2015). Inquilinos. Buenos Aires: Ministerio de Cultura de la Nación