En términos de taxonomía el anarquismo ha sido una corriente política amplia y generosa. Han existido desde anarquistas individualistas o colectivistas, hasta anarquistas cristianos, pasando por terroristas, sindicalistas y feministas, entre otros. De hecho, pocos movimientos pudieron extraer de la heterogeneidad y diversidad, a veces conflictiva, tantas figuras notables y singulares. Sin embargo, Eduardo García Gilimón es hoy un anarquista difícil de catalogar. Siendo en realidad un representante típico de la militancia ácrata en Buenos Aires de finales del siglo xix y principios del siglo XX, sus rasgos principales no se acoplan cómodamente con las imágenes más difundidas sobre lo que se entiende debería haber sido un anarquista. Fácilmente, según el peculiar modelo interpretativo de Osvaldo Bayer, podría ser colocado del lado de \"los anarquistas de salón\". Su contrafigura, a partir de esta mirada, sería el anarco-bandido, vitalmente expansivo, pasionalmente erizado y políticamente impaciente, que fue Severino Di Giovanni. Si bien sus contextos de actuación fueron distintos, la Argentina de 1900 no fue la de la década del veinte, la comparación en su injusticia sirve para diferenciar estilos y fortunas históricas. Mientras que al anarquista italiano le cabe haber sido un eximio representante de lo inasimilable y lo extraordinario, a Gilimón le cabría un lugar, en principio, menos honorable: haber sido un ortodoxo, en el sentido de haber luchado por dotar al anarquismo de una línea y una conducta considerada como la correcta y bregar con insistencia por lograrlo.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Gilimón, E. (2011). Hechos y comentarios y otros escritos. El Anarquismo en Buenos Aires (1890-1915). Buenos Aires: Libros de Anarres.