El «deseo de conocer», una de las aspiraciones fundamentales del hombre, se conjuga con la ambición o
la competitividad, fenómenos que pueden desviarlo de sus objetivos desinteresados. Actualmente se arroja una sospecha sobre esta libido sciendi, que ha devenido una libido dominandi, donde se combinan la valorización legítima del poder y la idolatría del progreso. Sin embargo, las posibles desviaciones no deben ser imputadas solamente al deseo de conocer mismo, sino también al sistema social que, por medio de las instituciones, obliga a los investigadores a librar entre ellos una competencia permanente a través de proyectos y publicaciones, conminándolos a plegarse a las leyes de la concurrencia económica
o entrar en el juego de la competición internacional por el prestigio. Como miembros de una comunidad científica con intereses propios, es preciso que defendamos la autonomía de esta libido cognoscendi frente a los decisores sociales en la medida que de ellos dependen los recursos económicos para la investigación. La investigación aún desinteresada constituye un capital importante para el enriquecimiento cultural de la sociedad, pero es importante permanecer vigilante pues el hombre está en el centro de las investigaciones como también de sus aplicaciones.
Rovaletti, M. (2002). Las exigencias de una ética del conocer. Acta Bioethica, 8(1), pp. 1-8.