Si hay un terreno superpoblado de equívocos y polisemias es precisamente éste, y no sin razón. La palabra “investigación” –que en otros idiomas remite más fácilmente, al menos en una de sus acepciones, a la idea de “buscar” (recherche, research)– en los ámbitos hispanoparlantes da –antes que nada– la idea de ir en pos de algo que no se sabe, que no se conoce, ya se trate de una investigación histórica o de una investigación policial. Posiblemente es por esta razón que nos cuesta tanto eludir el vínculo entre el término investigación y la aparición de un conocimiento nuevo. Sin embargo, sabemos que hay cuestiones “prácticas” que dan lugar a procesos de búsqueda, como los orígenes de la aviación, en los que no se trata esencialmente de saber algo nuevo sino más bien de hacer algo nuevo, como por ejemplo, aviones que puedan volar. También sabemos que los vínculos de esas investigaciones con los conocimientos formales son muy variados, y a veces se mezclan bastante con la experiencia, la intuición, distintos tipos de creencias, etc. Finalmente, hay además muchas investigaciones ligadas a la eficiencia, en busca de mejores maneras de hacer alguna tarea, como por ejemplo, escribir a máquina o ensamblar piezas en una fábrica o en un taller. Como vemos, entonces, investigar puede ser y querer decir muchas cosas distintas.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Zavala, A. (2008). La investigación práctica de la práctica de la enseñanza. Clío & Asociados, (12), pp. 241-271.