Hubo un tiempo, a mediados del siglo pasado, en que los
historiadores cultivaban lo que se llamaba historia económica y social y se
esforzaban en estudiar problemas que tenían que ver con los de su tiempo y su
entorno. Cuando estudiaban la revolución francesa, estaban tratando de hallar
respuestas al debate entre la democracia y el totalitarismo; cuando se ocupaban
de la industrialización, pretendían entender mejor los mecanismos del
crecimiento capitalista para aprender a orientarlo de manera socialmente útil.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Fontana, J. (2003). ¿Qué historia enseñar?. Clío & Asociados, (7), pp. 15-26.