Como en general toda actividad intelectual, para mí la filosofía es un \'acto segundo\', pues según la antigua sentencia \'primero hay que vivir para luego filosofar\'. La filosofía sería entonces un amor al saber, pero que no puede desligarse completamente de la vida cotidiana. Constituiría más bien un saber afirmativo de la vida, que persigue otorgarle un sentido, aunque sin ninguna garantía a priori de encontrarlo.
Ibáñez, A. (1991). El amor a la sabiduría en los tiempos del cólera. Boletín del Instituto Riva Agüero, Nro. 18, pp. 25-35.