La unión entre la Iglesia y el Estado colonial marcada por el ejercicio real del Patronato y por la figura del Monarca como Vicario General, fue un hecho indudable en el transcurso de los tres siglos de dominación española en territorios americanos. Ya la Junta Magna de 1568 había establecido definitivamente la centralización del poder indiano a través de una burocracia virreinal eficiente y de una Iglesia fortalecida por el Concilio de Trento y sujeta al rey por el Regio Patronato. El control social y moral de la población por parte de la Iglesia estaba contemplado por lo tanto, entre sus atribuciones.
Mallo, S. (2001). Iglesia, valores cristianos y comportamientos: El Río de la Plata a fines del período colonial. Trabajos y comunicaciones, nro. 26-27, pp. 93-113.