Las recientes tendencias antirrealistas socavan la creencia de que existe un mundo objetivo que podamos conocer a través de la ciencia. Me refiero aquí no sólo al Kuhn, Feyerabend, y Rorty, sino también a Popper, pues creo que Feyrabend con su anarquismo y nihilismo es más consecuentemente Popperiano que el propio Popper. Según estos autores no existe tal cosa como el verdadero conocimiento del mundo, ni tan siquiera la creencia justificada. No existe tal cosa ni en la vida diaria ni tampoco en la ciencia. Estas tendencias en la filosofía de la ciencia hacia el relativismo y el subjetivismo, y más radicalmente hacia el anarquismo y nihilismo han resultado en que sea hoy el escepticismo tema de creciente interés en la teoría del conocimiento. Interesa su historia desde la antigüedad e interesan también las propuestas escépticas más recientes. No sólo interesa el escepticismo relativamente estrecho: no sólo el escepticismo en contra de la religión y la metafísica por parte del positivismo, o el escepticismo en contra de Freud por parte de Popper y otros, o el escepticismo en contra de la traducción por parte de Quine. Interesa también el escepticismo más extenso, como el que presenta Wittgenstein según Kripke. E interesan además las propuestas recientes de cómo hacerle frente al escepticismo amplio la del propio Wittgenstein, por ejemplo, y también las muy recientes de Putnam, de Nozick, de Stroud, y de Strawson, en respectivos libros, y la de Davidson en importantes articulo. Pues bien, es este tema del escepticismo amplio mi tema principal en lo que sigue.
Sosa, E. (1985). La incoherencia del escepticismo. Revista de filosofía y teoría política, nro. 25, pp. 31-42.