Los adultos, muy poco dispuestos a poner en evidencia sus debilidades, se muestran reacios a reconocer sus temores. Los niños y niñas desconociendo en gran medida, convenciones y prácticas sociales restrictivas de lo emocional, se han mostrado y se muestran más libres en aceptar y hablar de sus miedos. Este miedo, ya en sus experiencias individuales o colectivas, puede definirse como la aversión a alguien o alguna cosa, que provoca, invariablemente, incapacidades, restricciones de la acción en distinto grado. Nos hemos propuesto advertir este miedo infantil, no sólo con el objeto de individualizar sus causas y efectos, sino también confirmar su persistencia a lo largo de los años, así como advertir como estos condicionaron la existencia infantil de generaciones posteriores.
Cowen, M. (2006). Notas para una arqueología de los temores infantiles: El Río de La Plata en el siglo XIX. Anuario del Instituto de Historia Argentina, nro. 6, pp. 33-44.