La figura del lector "supersticioso" aparece en Borges en la década del 20 y está presente en toda su producción crítica. Se trata de un lector de legitimidad dudosa, que se define por una relación con la literatura desprovista de familiaridad, en la cual los excesos de la credulidad y la devoción literarias son índices de una relativa carencia cultural. Esta figura, descripta por primera vez en "La supersticiosa ética del lector", aparece ficcionalizada en "Pierre Menard, autor del Quijote", donde un narrador capaz de creerlo todo y venerar una obra que no ha visto toma en serio las bromas del escéptico Menard, un "irreverente reverenciado" que percibe la gloria como una "incomprensión" y los cultos literarios como síntomas de "barbarie". Las "supersticiones", en Borges, son siempre creencias y valores literarios románticos; la oposición entre una ideología "romántica" y una ideología "clásica" de la literatura es un problema central de su crítica. En este sentido, la aparición de la figura borgeana del "supersticioso" parece señalar el declive de una ideología literaria romántica, que en su crítica aparece representada como una religión de la que ya no es posible participar, y cuyas creencias y valores pueden ser percibidos, por lo tanto, bajo la forma degradada de "supersticiones".
Pastormerlo, S. (2000). Besos bárbaros: pretensión y privación cultural. La figura del supersticioso en la crítica de Borges. Orbis Tertius, nro. 7, pp. 1-11.