En el Perú, a inicios de cada año se vuelve un tema común el de la «torta publicitaria» que el Estado repartirá entre los medios de comunicación (prensa, radio y televisión), esto es, la cantidad de publicidad estatal que cada medio difundirá, previo pago –obviamente– de importantes sumas de dinero. Se señala, no sin razón, que los gobiernos de turno utilizan dicha repartición para «premiar» o «castigar» a los medios complacientes o críticos con ellos, respectivamente. De esta manera, los medios benevolentes con los gobiernos recibirán una parte apreciable de dinero por concepto de publicidad estatal, mientras que a los críticos se les otorgarán sumas exiguas o ninguna.1 Esta situación, que puede afectar (o afectar de hecho) la libertad de expresión y de pensamiento (en el sentido de que los medios pueden verse tentados a modificar su línea editorial), se ve en parte subsanada con la publicidad que las empresas privadas colocan en los distintos medios. Incluso se puede decir que estos subsisten gracias, fundamentalmente, a este tipo de publicidad.
La situación durante el periodo tardío colonial y los años de la emancipación era distinta. No existían las empresas privadas tal como las conocemos hoy y, por ende, los anuncios comerciales que de ellas podemos ver. De allí que los gobiernos de turno fueran los principales interesados –por no decir los únicos– en difundir sus medidas de índole política, económica y social usando los medios de la época: folletos, libros y prensa periódica. Este, pues, era el contexto en el que los hombres dedicados a la actividad editorial y tipográfica desarrollaban su labor. El presente estudio toma las figuras de Guillermo Beke Claeyssens, más conocido como Guillermo del Río (el principal editor, impresor, comerciante de libros y folletos, y director de periódicos entre inicios de la década de 1790 y 1825), y –en menor medida– de su hijo Manuel para, mediante el análisis de sus vidas, su actividad periodística y el conjunto de libros y folletos editados y/o impresos por los mismos, demostrar que vincularse con aquellos que manejaban las riendas del Estado era el principal medio que podía asegurarles a los hombres insertos en el mundo del libro y de la prensa una necesaria estabilidad económica. El costo, sin embargo, era disponer de una reducida libertad de expresión.