Una sociedad que se preocupa por fortalecer la idea de que nadie puede interferir en nuestras convicciones, acaba finalmente generando individuos acríticos incapaces de autonomía reflexiva y, en esta medida, se incumple la primera condición de una ciudadanía libre. Si pluralidad no significa arbitrariedad, sino sólo que no hay una única razón práctica, entonces lo que hay que hacer no es relegar la razón práctica al ámbito privado, sino mostrar la existencia de otras razones para tambalear la seguridad de las convicciones particulares y así promover cierta inhospitalidad que ponga constantemente a prueba las convicciones más personales.
Rojas, A. (2012). La ciudad inhóspita promovida por Heidegger. Isegoría, (47), pp. 499-517