En el presente artículo se sostiene que, a través de la tecnología, las personas podemos simplificar y resolver tareas morales incluso en presencia de información incompleta o de una capacidad insuficiente para la acción moral. Muchas cosas externas, normalmente concebidas como inertes desde un punto de vista moral, pueden considerarse lo que aquí se denominarán mediadores morales. Por lo tanto, no todas las herramientas morales están en el interior de nuestra cabeza, sino que muchas están distribuidas en objetos y estructuras externas que funcionan como dispositivos éticos. Con el objeto de investigar con detalle este conflicto ético entre los seres humanos y las cosas, consideraremos el papel que desempeñan los objetos, las estructuras y los artefactos tecnológicos mostrándolos como delegados y mediadores morales.
Magnani, L. (2005). La moralidad distribuida y la tecnología. Cómo las cosas nos hacen morales. Isegoría, (34), pp. 63-78