La eugenesia, privada de su sentido peyorativo, se presenta como una posibilidad propiciada por los avances biotecnológicos, que apunta a objetivos terapéuticos, en principio, no reprobables. A la filosofía le compete aclarar los distintos sentidos de eugenesia, poner coto a la fascinación creciente por un supuesto determinismo genético, y mostrar que la distinción entre lo terapéutico y no terapéutico no es estática ni invariable. Todo ello con el objetivo de exigir más rigor en los planteamientos éticos derivados de las distintas prácticas biotecnológicas. No obstante, el filósofo busca una base ontológica más consistente para enfrentarse a problemas como el de la eugenesia. El último libro de Habermas es un ejemplo de ello constituyendo un rechazo de la “eugenesia liberal” que es vista como una amenaza a la integridad de la persona y a su autocomprensión como ser libre. Este artículo pone en cuestión que el recurso a la ontología sea el mejor método para abordar los problemas de la bioética, cuya solución no depende tanto de una determinada concepción de la especie humana, como de la capacidad de hacer un uso responsable de la libertad.
Camps, V. (2002). ¿Qué hay de malo en la eugenesia?. Isegoría, (27), pp. 5-17