En este artículo quiero mostrar que la ciudadanía, desde sus orígenes, está sujeta a la tensión entre las expectativas normativas asociadas al ciudadano y la ciudad y su realidad cotidiana, lo que la convierte, parcialmente, en un mito o en un ideal. En los estados modernos el contenido de la ciudadanía se vuelve aún más difuso y contradictorio. Por un lado la ciudadanía se vuelve un ideal melancólico o nostálgico; por otro, la relación del Estado y los individuos adopta la forma de un contrato bajo la lógica del interés privado. Por último, con la globalización, los límites territoriales que definen la ciudadanía se vuelven aún más difusos y el concepto se vuelve, si cabe, más abstracto. El artículo se pregunta si, bajo estas circunstancias, resulta todavía útil hablar de ciudadanía.
Rivero, A. (2001). Tres espacios de la ciudadanía. Isegoría, (24), pp. 51-76