A los varones, desde Tácito a Schopenhauer, nunca les ha parecido que las verdaderas mujeres son las que tienen en casa, sino las que tienen los otros varones (los germanos, los orientales). Por su parte, Wojtyla ha hecho profesión de fe «en el genio de las mujeres», reclutando enternecidos agradecimientos como el de Macciochi. La autora del presente artículo adopta una perspectiva histórica y una actitud analítica para aclarar qué es ese genio que como genérico nos adjudican. En primer lugar, la idea de genio es romántica y va emparejada con la de destino, sobre todo en el caso de los genios colectivos. Se trata de nociones que se construyen estipulativamente con fines pragmáticos y no admiten, por definición, contraejemplos. En el caso del genio de las mujeres, los llamados «valores femeninos» que lo constituyen pertenecen al ámbito de la Siulichkeit, y su eventual convalidación en el de la Moralitiit no puede obviar el proceso consistente en la crítica y el desmarcarse de una Sittlichkeit adjudicada como estereotipia que se contrasta, no con otra estereotipia simétrica, sino con lo universal, que se solapa con el genérico masculino. La autora, por último, nos recuerda que la fabricación de este genio que, a título de colectivo, se nos atribuye a las mujeres tiene lugar a costa de la usurpación de nuestra individualidad y de la ausencia de esquemas pragmáticos de reconocimiento de la genialidad individual que pueda producirse en el genérico femenino. Ahora bien: es esta última la que las mujeres necesitamos para poder romper con las tradiciones establecidas e instituir nuevos relatos.
Valcárcel, A. (1992). Sobre el genio de las mujeres. Isegoría, (6), pp. 97-112