Contra lo que suele pensarse, la ética y la filosofía de la historia no suponen dos compartimentos estancos dentro del criticismo, sino que se hallan estrechamente relacionadas, a modo de vasos comunicantes, al igual que lo están las respuestas dadas a la segunda y tercera de sus célebres preguntas. A fin de cuentas, la moral kantiana no sabe renunciar a una suerte de imperativo el-pidológico que cumplimente cabalmente al categórico. El hombre no puede prescindir de la esperanza, pues ha de creer en el éxito de sus proyectos, y esa será la función ejercida por ideas tales como «Dios», «Naturaleza» o «Destino »; proporcionar el talante o estado anímico adecuado para. no tomar nuestros afanes morales por tareas quiméricas e imposibles, dotarnos de la confianza necesaria para sortear cualquier linde que pretenda cercar nuestra libertad y obstaculizar la paulatina remodelación nouménica del mundo fenoménico. De ahí el precepto kantiano de que «si debo, puedo».
Rodríguez, R. (1991). La simbiosis entre ética y filosofía de la historia, o el rostro jánico de la moral kantiana. Isegoría, (4), pp. 20-36