"="">Desde la fundación de la Sección Española de la Primera
Internacional (1869) el movimiento obrero de tendencia anarquista no dejó nunca
de existir, pública o clandestinamente, bajo distintas denominaciones: como
Federación Regional Española (declarada fuera de la ley en 1872, continuó
existiendo secretamente hasta la disolución de la Internacional); como
Federación de los Trabajadores de la Región Española (desde 1881 a 1888); como
Pacto de Unión y Solidaridad (de 1889 a 1896); como Solidaridad Obrera (de 1904
a 1909); en fin, como Confederación Nacional del Trabajo (CNT) hasta nuestros
días. El destino episódico de una revolución es lo de menos. Lo importante es
el contenido en ideas y realizaciones luminosas, constructivas, libres. Éstas
sobreviven a todas las derrotas episódicas. ¿Cuándo nos curaremos de la manía
funeraria de “la victoria por encima de todo”? El triunfo por encima de todo,
como el “renunciamos a todo menos a la victoria”, no es revolucionario sino
maquiavelismo. Es absurdo que los hombres luchen sin identificar un principio
moral elevado con la victoria. El principio de “la victoria ante todo” es no
tener principios. Una revolución cuyo desenlace no tenga en cuenta los
escrúpulos a reprimir y las víctimas a inmolar es cualquier cosa contraria a
una verdadera revolución. Y, a la inversa, una caída digna tras una serie de
episodios fecundos, no es más que una derrota provisional. El libertario debe
preferir siempre estas “derrotas” a aquellas “victorias”.
"="">
* Párrafo del texto extraído como resumen."="">
"="">Peirats, J. (2006).
Los anarquistas en la crisis política española (1869-1939). Buenos Aires: Libros de Anarres.