En estos últimos años, las empresas y los poderes públicos franceses han realizado grandes inversiones en el campo de la ingeniería genética, de las que se esperaba obtener numerosas consecuencias para la mejora tanto de los aspectos relativos a la productividad agrícola, como de las cualidades organolépticas, nutricionales y sanitarias de los alimentos. Los datos de la encuesta que hemos llevado a cabo muestran que los consumidores franceses, como la mayor parte de sus homólogos europeos, son mucho más escépticos respecto a este asunto. Hay que decir que los primeros alimentos transgénicos aparecieron en el mercado europeo a mediados de la década de 1990, es decir, cuando la crisis de las vacas locas se encontraba en su punto álgido; periodo caracterizado, asimismo, por una gran confusión a causa de las reservas que, respecto a su inocuidad para la salud y el medioambiente, manifestaron, en el ejercicio de su responsabilidad, un gran número de expertos (Joly et al, 2000; Briand-Bouthiaux, 2001). Los datos que hemos recogido a partir de una encuesta internacional muestran que las dudas parecen extenderse a algunos países en los que los OGM se comercializan desde hace mucho más tiempo, como Estados Unidos.
Merdji, M. & Debucquet, G. (2005). Opinión pública y alimentos transgénicos. Un análisis sociológico desde la experiencia francesa. Revista Internacional de Sociología, 63 (40), pp. 249-259.