Las honras fúnebres y las juras han sido uno de los ritos de paso por los cuales la Monarquía se ha manifestado, desde Carlos V, en sus reinos, de forma casi física.Esto se acompaña de una evolución a través de los tres siglos: en particular el carácter más abierto, más seglar de la jura hace que en tiempos de las Luces tome más relieve. Desde fines del reinado de Carlos II hay una apertura a favor de la nobleza india. Con una nueva dinastía, este grupo ve en la jura real la posibilidad de abrirse un espacio de visibilidad, donde ya no será simple comparsa. Esto se dará de forma progresiva, distinta: controlada en las capitales, sorpresiva en Patzcuaro en 1701, más reflexiva en las viejas ciudades indígenas con privilegios (Tlaxcala). En la frontera la sombra del indio de guerra es un elemento clave. El caso de Lima, en 1761, es emblemático. En cierta forma el mensaje real participa del fracaso que se pone de manifiesto en 1808. Por tanto las juras de 1809 toman otro cariz —más religioso, más individualizado.
Calvo, T. (2011). Proclamations royales et Indiens au XVIIIe siècle: enjeux politiques et sociaux. Anuario de Estudios Americanos, 68 (1), pp. 73-103.