Las crisis son esenciales para la reproducción del
capitalismo y en ellas sus desequilibrios son confrontados, remodelados y reorganizados
para crear una nueva versión de su núcleo dinámico. Mucho es lo que se derriba
y se deshecha para hacer sitio a lo nuevo. Los espacios que fueron productivos
se convierten en eriales industriales, las viejas fábricas se derriban o se reconvierten
para nuevos usos, los barrios obreros se gentrifian. En otros lugares, las
pequeñas granjas y las explotaciones campesinas son desplazadas por la
agricultura industrial a gran escala o por nuevas e impolutas fábricas. Los
parques empresariales, los laboratorios de I+D y los centros de distribución y
almacenaje al por mayor se extienden por todas partes mezclándose con las
urbanizaciones periféricas conectadas por autopistas con enlaces en forma de
trébol. Los centros metropolitanos compiten por la altura y el glamour de sus
torres de oficinas y de sus edificios culturales icónicos, los megacentros
comerciales proliferan a discreción tanto en la ciudad como en los barrios
periféricos, algunos incluso con aeropuerto incorporado por el que pasan sin cesar
hordas de turistas y ejecutivos en un mundo ineluctablemente cosmopolita. Los
campos de golf y las urbanizaciones cerradas, que comenzaron en Estados Unidos,
pueden verse ahora en China, Chile e India, en marcado contraste con los
extensos asentamientos ocupados ilegalmente y autoconstruidos por sus moradores
oficialmente denominados slums [áreas urbanas hiperdegradadas], favelas o
barrios pobres.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Harvey, D. (2014). Diecisiete contradicciones del capital y el fin del neoliberalismo. Madrid: Traficantes de Sueños.