La socialización violenta que los hombres tenemos se hace carne y se manifiesta en las diversas formas que se conforman las masculinidades. Particularmente, en la masculinidad hegemónica se hace visible cuando los hombres se comportan de forma temerosa, poniendo en riesgo su vida en pos de demostrar que se es un hombre de verdad. A modo de ejemplo, la gran diferencia entre hombres y mujeres en la cantidad de muertos en accidentes de tránsito en España en 2008 permite pensar que la construcción de la identidad tradicional masculina (violenta, competitiva, descuidada con su cuerpo y el de los demás, y profundamente homofóbica) se transforma en una cuestión de riesgo para los hombres (en tanto apuestan su vida) y también para las mujeres. En las culturas occidentales, ser un hombre equivale a tener algún tipo de poder, ejercerlo no sólo hacia los demás, sino también hacia uno mismo. Este ejercicio del poder significa estar en control de las situaciones y de si mismo.
Balgane, C. (2013). Macho se hace a los golpes. Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura, (74), pp. 85-90