A mediados de la década del 60, La Vanguardia ya no era la que había sido en décadas anteriores. Expresión devaluada en argumentos, lectores e influencia en la sociedad, representaba el ala más liberal y derechista de los socialistas argentinos. Sin embargo, no había cambiado en nada su opinión respecto de Perón y el peronismo a través de un discurso que fue el impuesto a partir de 1955 por la Revolución Libertadora. En consecuencia, su rabiosa prosa antiperonista estaba cargada de mordacidad, parcialidad extrema y continuos razonamientos falaces. Pero por sobre todas las cosas, y esto es lo que más llama la atención -aunque a esta altura del relato no debería ocurrir-, defendió intereses que no eran los de una verdadera democracia participativa sino todo lo contrario. A su modo de ver, la democracia sería efectivamente tal si se excluía de la vida política del país al peronismo, es decir si se continuaba con la proscripción del mismo y se impedía el regreso de su líder. Curioso concepto de democracia esta donde minorías identificadas con verdaderas dictaduras militares se arrogaban el derecho de impedir la participación de las mayorías.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Panella, C. (2008). La Vanguardia frente al frustrado retorno de Perón en 1964. Tram[p]as de la Comunicación y la Cultura, (59), pp. 39-43