El punto de partida de nuestro trabajo es la conciencia de que vivimos en una época en la cual es el mismo estatuto de los saberes lo que
hay que modificar radicalmente, imponiendo repensar la relación entre la
producción de conocimiento y los lugares institucionales clásicos —académicos y
políticos— que habían conquistado su monopolio. Cuando el conocimiento —no sólo
el «técnico», sino también el «humanístico»— se convierte inmediatamente en
fuerza productiva, la crítica de los saberes no es otra cosa que la critica de
la economía política. Cuando las universidades se convierten en articulaciones
esenciales de la producción metropolitana, nada vale detenerse a defender su
tradicional «libertad». Cuando es en el terreno de los saberes donde se juegan
partidas esenciales en el desarrollo de la lucha de clases, no nos queda ya
partido que pueda pretender una primacía en la producción de teoría. Y no hay
ya tampoco «intelectuales orgánicos» a los que corresponda el privilegio de la
«batalla de las ideas».
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Fumagalli, A. et al. (2009). La gran crisis de la economía global. Mercados financieros, luchas sociales y nuevos escenarios políticos. Madrid: Traficantes de Sueños
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