Llamándonos anarquistas declaramos por adelantado que renunciamos a tratar a los demás como nosotros no quisiéramos ser tratados por ellos; que no toleramos ya la desigualdad, lo cual permitiría a alguno de entre nosotros ejercitar la violencia o la astucia o la habilidad del modo que nos desagradaría a nosotros mismos. Pero la igualdad en todo -sinónimo de equidad- es la anarquía misma. ¡Al diablo el oso blanco que se abroga el derecho de engañar la sencillez de los otros! No lo queremos y lo suprimimos por necesidad. No es únicamente a esa trinidad abstracta de Ley, Religión y Autoridad a la que declaramos la guerra. Siendo anarquistas, declaramos la guerra al cúmulo de embustes, de astucia, de explotación, de depravación, de vicio, en una palabra de desigualdad, que han vertido en los corazones de todos nosotros. Declaramos la guerra a su manera de obrar y pensar. El gobernado, el engañado, el explotado, la prostituta, etc., hieren ante todo nuestros sentimientos de igualdad. En el nombre de la Igualdad, no queremos ya ni prostitutas, ni explotados, ni engañados, ni gobernados\".
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Kropotkin, P. (2008). La moral anarquista. Buenos Aires: Libros de Anarres.