Al abordar el tema inherente a la problemática provocada por el uso de diversas monedas en las plazas mercantiles regionales durante la segunda mitad del siglo XIX, conviene considerar que la función de medio de cambio puede tolerar la presencia de más de una moneda sin demasiadas complicaciones, pero la función de unidad de cuenta no la permite. Para desempeñar eficientemente esta función se necesita una moneda única. En los márgenes del mercado pueden utilizarse varias monedas para comprar los mismo bienes, pero para conseguir que un sistema con distintos medios de pago funcione medianamente bien, las relaciones entre ellos deben ser fijas, aunque en la práctica estos vínculos son difíciles de mantener.