Ante los problemas planteados por las nuevas tecnologías, la ética médica tradicional no está capacitada para responder satisfactoriamente. Actualmente, las investigaciones y aplicaciones experimentales biotecnológicas son cada vez más numerosas y artificiosas, siguiendo un deseo y una constancia que no conoce límites y cuyo desequilibrio o meta-estabilidad constituye su único e infatigable motor. La búsqueda de conocimiento se borra frente a la implacable “lógica de la eficacia”. Este problema se agrava puesto que la actual revolución biológica (Bernard), a diferencia de la revolución terapéutica que afectaba al ejercicio de la medicina en relación al individuo, alcanza a la humanidad en tanto que especie. Pero ¿controlar las actividades científicas no sería equivalente a restringir la adquisición de los conocimientos fundamentales? A dominios nuevos corresponden responsabilidades nuevas. Frente al viejo humanismo finalista y paternalista, un nuevo humanismo apela a la responsabilidad. Por esto el “principio de responsabilidad” (Jonas) no adquiere un sentido ético sino en la medida que cada individuo se descubre como autor, de un modo u otro, de los cambios de gran amplitud de fuerzas que él no controla. En una época donde la ciencia se ha hecho cada vez más operatoria, activa y manipuladora, es decir donde el saber es también poder y actuar, la reflexión filosófica tiene que dirigirse a una nueva Razón Práctica.
Rovaletti, M. (2000). Más allá de la enfermedad: Las prerrogativas de la biomedicina actual. Acta Bioethica, 6(2), pp. 1-10.