A principios del siglo XVII, Dios parecía no tener motivos de satisfacción, al considerar los problemas de su Creación en el Nuevo Mundo. Por entonces, la ira divina había sido doblemente provocada por la perseverancia de la idolatría entre los indios y por el errático compromiso de los españoles en la seria profesión de su Fe. Todos los desastres posibles visitaban la tierra: epidemias, terremotos, rebeliones, asaltos piratas y bien podían interpretarse como una plaga punitiva enviada desde las alturas. La misma lógica de estos hechos indicaba, que si la divinidad fuera satisfecha de las ofensas contra ella cometida, no tardaría en trocarse la ira en gracias concedidas como en el caso de Cristo mismo, la existencia de un chivo expiatorio, que asumiera la carga de la penitencia comunitaria, redimiría al pueblo todo de sus graves faltas . Apelar pues, a un modelo de expiación colectiva supuso una contribución sustancial para las interpretaciones populares y formales, relativas a las mortificaciones de Santa Rosa de Lima, y a su vez, al hecho mismo de su santidad, proceso que culminó en 1671, con la canonización de Rosa como la primera Santa del Nuevo Mundo.
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Graziano, F. (1997). Expiación colectiva: Santa Rosa de Lima como salvadora del Perú. Boletín del Instituto Riva-Agüero, (24), pp. 575-581.