Después de leer algunos de los pasajes de Sexto, queda la sensación de que su doctrina es irrefutable; es como estar frente a una evidencia y como tal, asentirlo sin más. Implica un esfuerzo un tanto mayor buscar contradicciones, señalar claramente un error. El escéptico nos deja otra vez perplejos esta la intención primigenia de ellos? Digo, algo similar a una parálisis argumentativa del oponente; una oscura intuición de que nada puede refutarse, ni intentarse en su contra. Y sin remontarnos tantos siglos atrás, ¿quién no se sentiría seducido -asistiendo al espectáculo de las disputas filosóficas- por aquella proclamada equipotencia?
* Párrafo del texto extraído como resumen.
Di Berardino, M. A. (1996). Una empresa escéptica... refutar a los escépticos. Revista de Filosofía y Teoría Política, (31-32), pp. 125-130.