En la última transición argentina, ni el régimen autoritario saliente ni el Gobierno democrático inaugural fomentaron un método corporativo de toma de decisiones. A ello se suma el hecho de que las asociaciones de interés presentaron históricamente una configuración asimétrica, con el capital exhibiendo una disposición pluralista y el trabajo una unificada pero dependiente del Estado. La llegada al Gobierno de un partido sin base laborista —aun si pretendidamente haya sido socialdemocrático— generó una situación en la cual ningún actor confiaba en el otro, y mucho menos estaba dispuesto a acordar un procedimiento común de formulación de políticas. Mientras dos de los tres principales actores —el capital y el Estado— rechazaban de plano cualquier diseño corporativo, el tercero —el trabajo— mantuvo una posición defensiva, resistiéndose a pluralizar su dinámica interna. Ciertos acuerdos fueron realizados sólo después de que la magnitud de la crisis económica superó la capacidad del Gobierno para actuar por sí solo; sin embargo, aun entonces los pactos se concretaron entre sectores del sindicalismo y del empresariado directamente con el Estado, sin involucrar a las asociaciones pico. Si la consolidación fue fortalecida o debilitada por la ausencia de acuerdos globales —o por los intentos fallidos— está aún por verse, pero la democracia resultante fue substancialmente marcada por este hecho.
Malamud, A. (2001). Grupos de interés y consolidación de la democracia en Argentina. América Latina Hoy, 28 (2), pp. 173-189.